En 2015, empezó a vislumbrarse el fin del impresionante crecimiento sostenido de China, que durante más de tres décadas había alcanzado más del 9,0 por ciento, convirtiéndolo en un nuevo milagro económico reconocido a nivel mundial. En el siglo XXI, la transformación económica de China, su integración en la economía global y su aceptación por la OMC han tenido un impacto global significativo, afectando a todos los rincones del planeta, incluyendo a Estados Unidos y América Latina. La nueva relación económica con China ha generado tanto efectos positivos como negativos en la región, llevando a algunos países a fortalecer sus lazos comerciales, de inversión y financieros con el gigante asiático, reemplazando la tradicional dependencia de Estados Unidos. En este contexto, los países latinoamericanos deben buscar nuevas estrategias para relacionarse con China y no solo evitar ser arrastrados por su economía, sino también para mantenerse a flote en una era post-dorada de desarrollo chino.